Tormenta.

Recuerdo que era una noche de Septiembre.
Había de esas tormentas que te avisaban que ya se iba el verano.
Caían tantos truenos y relámpagos que iluminaban toda la casa.
Lo peor era cuando me temblaba el corazón al compás que el suelo, las ventanas y toda la ciudad.
Acojonaba a cualquiera, tanto, que me levanté a revisar que todo estaba bien.
Ahí estabas tú, con las luces de tu casa encendidas viendo la tormenta.
Y yo, más temblaba y más miedo me daba.
En ese momento me di cuenta de que eso es lo que eras para mí, que eso era lo que me provocabas.
Miedo e inseguridad, hacías que se entremeciera cada parte de mi ser.
Y supe que no lo quería, que no me haría bien.
Porque eso es lo que eras y serás, una gran tormenta.
Entrabas en un momento cuando menos lo esperaba, iluminabas todo dejando caer truenos y temblor haciendo acongojar a cualquiera.
Y al igual que venías, te ibas, dejando todo desarmado.
Cuando a ti te apetecía, cuando a ti se te arrebataba aparecías una y otra vez a joder.
Eras mi puta tormenta.


Y no sabía cuánto tiempo iba a dejar que acabaras conmigo.