Era pura perfección.


Era una mañana de domingo y decidimos ir a dar una vuelta puesto que hacía buen tiempo. Al final acabamos en la playa, para disfrutar de los rayitos de sol.
Mientras nos acomodábamos en la arena, me fijé en una mujer que había tumbada sobre la toalla, cerca de nosotros. 
Estaba en bikini en pleno mes de Enero, pero eso no fué lo que captó mi atención, si no que tenía un cuerpazo; con su piel tersa y bronceada, se notaba que se cuidaba.
Entre tanto nosotros estábamos vestidos y con manga larga, sentados sobre la arena de forma infantil.
Pero que curioso me resultó, y de qué manera llegó a sorprenderme... por más que mirase a la llamativa mujer, no podía compararla con ella. Estaba apoyada sobre mi hombro con la brisa del mar moviendo su pelo castaño dorado, y esas mejillas marcadas por el sol que hacían juego con sus pecas y destacaban esos ojazos claros. Llevaba un vestido de rayas y sus botas altas, la silueta provocadora de su cuerpo que sin tener la necesidad de llevar ropa ceñida resaltaba su gran atractivo. 
Justo me miró a los ojos mientras yo la adoraba en mis pensamientos, no pude evitar sonreírle y ella no pudo evitar desviar su mirada a mi boca.
Y ahí, ahí me di cuenta de que por más mujeres atractivas que hubiera a mi alrededor no podía dejar de tener ojos solamente para ella.
Para mi, era pura perfección.