Lo que vemos, no lo que queremos ver.

Hay momentos en la vida en los que te das cuenta que no vale la pena volver a intentarlo, que tienes que dejar de ir detrás de una solución que nunca llega, porque al final, simplemente no la hay.

Diría, que lo mejor en la mayoría de las ocasiones, no es abandonar. Pero sí tienes que creerte a ti mismo y a nadie más, tienes que dejar de tragar mentiras. Hacerle caso a la lógica y la razón, aunque grite el corazón, y suframos las batallas más duras. Confía en ti.

Siempre nos agarramos a cualquier clavo que veamos, por muy poco lógico o creíble que pueda llegar a ser. Y todo por no querer quitarnos en más de una ocasión la venda de los ojos.

¿Y de qué sirve llenarse de parches? Todas las heridas, los agujeros y los rotos van a estar ahí. No somos del todo conscientes que con el tiempo se harán más grandes, hasta que al final no podamos ocultarlos. 

¿El resultado? Abandonarlo, alejarse y curarse, el mismo que podías haber tenido desde un principio. 

Por eso siempre hay que creer en lo que vemos, no lo que queremos ver.