Infancia.

Cuando era pequeña siempre me iba a dormir temprano para levantarme con fuerzas, tenía esa ilusión de ir al colegio con mis amigos y ser feliz. Después, deseaba que fuera la hora de salir, para poder ir al parque a jugar, ya sea con la arena, con los columpios o simplemente correr como una loca sin miedo a lo que pensaran.

Fue pasando el tiempo... y todo iba cambiando, pero seguía siendo feliz. Empecé a ver que existía aquella palabra tan oída por mis padres, o mejor dicho, por todo el mundo, “el amor”. Ya claro, amor a mi manera.
Ningún problema podía conmigo, ya que no me daba cuenta de ellos. Podía pasarme horas y horas jugando a mamás y papás, o con un simple muñeco. ¿Llorar? En aquella etapa llorar era perder un peluche, discutir con tu mamá o pelearse con una amiga por la misma barbie. Llorar, era sentirse mejor, era la solución para conseguir todo aquello que querías.

Pasaban los años... y nada era igual, aquella palabra: “amor”, tenia aún más sentido. Ahora entendía el 'por qué' de cada beso que se daba la gente. El 'por qué' de aquella sonrisa que mantenía una persona tan solo por ir agarrada de la mano de otra. Empecé a entender, que después de una amistad, podía haber algo más, mucho más. También comprendí la palabra: “problema”. Que no todo se conseguía llorando, tuve que aprender a ser fuerte y afrontar las cosas viniesen como viniesen.

Ahora dime lo que quieras.
¿Amor? Una palabra demasiado corta para el gran significado que tiene. Y si de algo e aprendido sobre ese concepto es que esa palabra viene acompañada de dos más; tristeza y felicidad.
¿Problemas? Fácil, si no los afrontas y no te los comes, te comen a ti.
¿Amigos? Bah, no hay. Solo son personas que permanecen a tu lado temporalmente y que a la mínima te abandonan, así sin más.
¿La vida? Realmente una mierda llena de complicaciones en la que tienes que luchar por conseguir tus sueños y objetivos, y no será fácil, nada fácil.

Y ahora dime, ¿no quieres volver a tu infancia?.